CRÓNICA DE UNA MUJER PARAGUAYA |
Por Ale Maceiras
Una mujer es quizás una flor abierta que regala su belleza y engalana con perfumes un jardín…
Una mujer es una mano tendida esperando un niño que la tome … Una mano tendida esperando dar simplemente…
Una mujer es la manifestación de la energía creadora del Padre, como la tierra fértil inseminada por el sol…
Ésta es la historia de una mujer … Una madre del Paraguay.
El día 17 de noviembre salimos a recorrer las calles de Asunción con mis hermanos José, Pily, Jorge, Loreley y Adriana. Antes de comenzar a repartir folletos invitando a los ciudadanos paraguayos a manifestarse en la Plaza de la Democracia “PARA PEDIR JUSTICIA POR LA MUERTE DE PABLO MEDINA”, debíamos pasar por la terminal de ómnibus para esperar la llegada de otra hermana que venía de Argentina, Cecilia, que se sumaría a nuestro grupo de trabajo.
Mientras esperábamos repartíamos volantes y explicábamos a las personas el motivo de dicha acción. Me acerqué a un puesto ambulante donde una mujer anciana vendía los típicos chipás.
Le entrego el tríptico, comienzo a explicarle el sentido de poder manifestarnos, decir basta y exigir justicia… frases que los hermanos y yo veníamos repitiendo cien veces… mil veces… las que fuesen necesarias para lograr un poco de atención y un poco de rebelión interna en cada paraguayo al que nos dirigíamos. Esta vez, dicha mujer me sonrió, me miró con sus ojos encendidos, el rostro tostado por el sol y con las marcas de los años vividos que eran muchos y difíciles. Comenzó a contarme su historia, la de su hijo, que seguramente era la de muchas madres, la de muchos hijos…
Dijo así:
“Yo tuve un hijo sola, siendo soltera y estos desgraciados me lo llevaron. Pero yo me dije, Dios me dio un hijo para que lo cuide no para que se lo entregue tan fácilmente a ellos… Y así una noche empecé a seguirlo, agarré mi machete y corrí tras él. Me metí en el monte. Me caía y me levantaba, me llené de espinas, me lastimé entera, pero como era vieja nunca lo alcanzaba. Sabía donde estaba, estaba más adelante porque veía el cigarro de marihuana encendido a lo lejos. Pero no me daban las piernas. Así muchas noches, una tras otra. Cuando mi hijo volvía a la mañana no sabía ni quién era. Cuando volvía en si un poco, me amenazaba, y me decía que su jefe me iba a quemar la casa o a matarme si no dejaba de ir trás él, buscándolo. Pero yo tenía fe y Dios existe señora.
Una noche lo esperé hasta que volvió por la mañana y lo agarré con mi garrote y le pegué… Le pegué tanto… Tanto que comencé a llorar… Los golpes me dolían más a mí y de tanto llorar caí de rodillas al piso y él estaba tirado llorando… Y nos abrazamos fuerte muy fuerte y él me dijo… basta mamá, no tenga más miedo que no voy a ir más con ellos. Me dijo que el jefe le había dicho- “No te aparezcas más pibe, porque no quiero matar a tu mamá…” Así fue señora como salvé a mi hijo, con Dios de testigo, porque yo tengo fe…
En mi pueblo todos tenemos que plantar en el jardín marihuana, sino nos queman la casa o nos matan. Ojalá que ustedes hagan algo por nosotros”.
Éste fué el relato de una mujer, una guerrera, una leona… Su arma fue la FE … Su escudo EL AMOR DE MADRE.
Tengo que decir que lamentablemente muchos hombres y mujeres en esos días nos dijeron la misma frase “Ojalá que tengan suerte”… No puedo dejar de sentirme triste porque a este pueblo hermano lo dejaron ciego, sordo y mudo. Aunque también quiero dar gracias al Padre que aún hay quienes gritan, son pocos pero no callan, son pocos pero no están solos. Hasta los mártires siguen gritando desde sus tumbas!!!!!
Para Adriana de Uruguay. Ale Maceiras Arca Las Parejas (Argentina) 3 de Diciembre de 2014 |
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