En otro caso, a un ciudadano de apellido Santacruz, lo sacaron de una fiesta de casamiento y le dieron quince balazos. Al preguntar a la policía sobre si ya se sabe quiénes fueron los autores de este horrendo crimen, como tantos otros en Yby Yaú, ellos responden con el consabido "prosiguen las investigaciones" lo que en realidad significa que es un caso más que va al famoso “opareí”.
El miedo ha tullido a la población, esta foto la tuve que conseguir por medios bien difíciles, porque nadie se animaba a enviármela.
A mis amigos periodistas les digo, así como a las autoridades, ¿por qué intentan ignorar estos hechos? Las generaciones futuras nos preguntarán ¿qué hacíamos nosotros mientras estas muertes se sucedían?
A la policía, a los jueces y fiscales, por favor ustedes están allí para resguardar a la población y no para ponerse bajo el mando de los mafiosos. O, cuando menos por miedo, callar y acallar estas barbaries. Dejo que los lectores saquen sus propias conclusiones.
Hasta el 2.006 se sabían de más de 50 muertes y algunos desaparecidos; a cuatro años de aquello ¿A cuánto suman ya los muertos? ¿Cuántos Yby yauenses han vendido sus pocas pertenencias y migraron a otros países en busca de una vida “más tranquila” así tengan que vivir bajo la espada de la ilegalidad, el mal comer, dormir y estar separados de la familia?
Por todos ellos y ellas, que siendo profesionales formados fueron a otros países a limpiar baños y cuidar de ancianos o niños (trabajo muy digno, por supuesto) dejando a nuestra ciudad sin un profesor en la escuela, sin un enfermero en el hospital, es que debemos gritar todos juntos y denunciar a estos narco agro-ganaderos que se apoderan de nuestras tierras, incluso de la vida de nuestros compatriotas. Los mata de las más diversas maneras: con agroquímicos de uso controlado (que en Paraguay nadie controla. Y si por si acaso alguien controla es para después pedir una coima), los mata de varios tiros, salvaje y cobardemente, sin que nadie los detenga, sintiéndose, los narcos, amos y señores de la región.
Ellos dicen la verdad, por boca de los políticos que ellos han colocado en sus cargos, mientras las víctimas son las que “mienten” o “murieron en ajustes de cuentas”.