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jueves, 27 de noviembre de 2014

Las FTC asesinaron a una persona inocente según aseguran padre y viuda de la víctima

por  Comunicación
El Serpaj Paraguay realizó una visita a la familia del núcleo 4 del Asentamiento Arroyito que el pasado 15 de noviembre sufrió un atropello de parte de las FTC en un operativo que, dijeron, iba tras los rastros de integrantes del EPP y la ACA. El procedimiento terminó con el asesinato de uno de sus integrantes de la familia Ojeda, de 29 años. En esta nota, el relato de don Geraldo Ojeda y de Zunilda, padre y esposa de Vicente, asesinado.
LA FTC MATO A INOCENTE

Eran las 6:30 de la mañana del sábado 15 de noviembre cuando 500 militares y policías fuertemente armados ingresaron a la vivienda de la familia Ojeda ubicada en el núcleo 4 del Asentamiento Arroyito. El operativo fue imponente, un despliegue militar pocas veces visto. Llegaron en tanques de guerra, vehículos blindados, patrulleras, ambulancias, camionetas y 30 minutos más tarde en helicóptero.
Ingresaron de manera rápida y violenta a la propiedad de don Geraldo Ojeda, de inmediato abrieron fuego. “El camión se detuvo y empezaron los disparos”, se inició una balacera que despertó a los niños, los más pequeños gritaban y lloraban, la esposa de don Geraldo se desmayó de la impresión; ella aún no sabía que habían herido mortalmente a su hijo Vicente Ojeda de 29 años de edad.
Vicente estaba en el patio del fondo de su casa, relató Zunilda, la viuda que queda a cargo de sus cuatro hijos. Había despertado recién y ayudaba a sus padres para trasladar las vacas al fondo antes de ir a trabajar en una plantación de sésamo, se encontraba en short y sin remera.
Ella sólo pudo ver que los militares avanzaron hacia él abriendo fuego, mientras que a ella la tomaron del pelo y le hicieron ingresar a su vivienda para que observe cómo realizaban el allanamiento. Durante el procedimiento, según relató, la amenazaban constantemente con golpearla con la culata de las armas que portaban, le decían que se calle si ellos no le autorizaban a hablar.
La mujer comentó que al salir de la vivienda pudo observar que traían el cuerpo de su marido ensangrentado, ella cree que ya estaba muerto, aunque los militares le dijeron que estaba herido, mientras lo seguían golpeando.
Uno de los hijos de Zunilda y Vicente, de tan solo cuatro años también intervino y encaró a uno de los militares preguntándole en guaraní “¿por qué vienen aquí a matar a mi papá?”, las hijas más grandes lloraban, el militar le respondió no estaba muerto sólo herido. Después llegó el helicóptero para trasladarlo hasta el hospital de Concepción. Sin aterrizar, a una altura aproximada de dos metros, los militares levantaron el cuerpo y lo tiraron al transporte aéreo, según recordó la viuda.
La mujer reclamó lo que sucedía y exigió que la lleven hasta el hospital de Concepción, la fiscala que acompañaba el operativo dio la orden de que así se haga, mientras uno de los militares dijo a Zunilda que podía ir a quejarse donde quiera, que vaya a quejarse con los derechos humanos, pero que nadie ya podría remediar lo ocurrido, mientras que comían el queso y el coquito que le robaron de su cocina.
Zunilda llegó al hospital en donde le confirmaron el deceso de su marido, le entregaron el cuerpo en un cajón y la trasladaron en una ambulancia hasta su casa. Llena de impotencia relató todo esto a 8 días de la muerte de Vicente, sentada cerca del altar donde se realiza la misa por el alma del difunto, que son acompañadas por los consternados vecinos de la familia.
El relato de don Geraldo
Don Geraldo es un hombre de 54 años, parece ser recto y formal, habla firme y seguro… de aquellos que creen que los hombres no deben llorar, igual no puede evitar, por momentos, que le caigan lágrimas. Hombres corpulentos y con potentes armas, de uniforme para paraí lo agarraron en su patio, él estaba detrás de sus vacas, al igual que Vicente.
Cerca de su vivienda, a unos 7 o 10 metros como máximo, los militares dispararon hacia él varios tiros, lo tomaron del cuello de su camisa y le preguntaron a quién estaba ayudando a escapar, quiénes eran los que corrían. Como él les contestó que eran sus vacas, eso bastó para que le golpearan dos veces, en la cara y el cuello, exigiéndole que responda las preguntas, mientras continuaban las balas.
Luego alguien dio la orden de alto al fuego y otro agente se acercó hasta don Geraldo para solicitarle “que colabore”, ya en un trato menos agresivo se acercó a él y le dijo que le ofrecía 100 millones de guaraníes y un celular si le decía dónde estaban escondidos los hermanos Jara Larrea, a lo que don Geraldo respondió: “yo no sé nada de eso y no te puedo mentir, si te miento después vos me vas a venir a encarcelar, no es bueno mentirnos”.
En medio de lo ocurrido y ya muy nervioso solicitó hablar con el comandante del Operativo para exigir que le traigan de vuelta el cuerpo de su hijo, que ellos vinieron a matarlo y que así también deberían traer de nuevo el féretro. Ante el miedo que lo lleven a Asunción, ya casi resignado, sólo le restaba exigir con toda sus fuerzas que le devuelvan cuanto antes el cuerpo de su hijo para darle cristiana sepultura, dijo. Comentó que el comandante le respondió que estaba dolido con lo ocurrido y que lloraba dentro de su corazón con él, don Geraldo le respondió enfáticamente: “no hace falta que vos llores, vos sólo venís a dar la orden para que nos maten, ni yo, padre familia, no estoy llorando…”
Los militares abandonaron el lugar, la fiscala que acompañó el operativo dejó una notificación en la que se mencionaba que el allanamiento era para detener a personas con orden de captura. Los voceros de la Fuerza de Tarea Conjunta, por su parte, informaron a los medios de comunicación que habían hecho un operativo porque los acusados de liderar la Asociación Campesina Armada (ACA), los hermanos Jara Larrea se encontraban en el sitio y que salieron huyendo y que Vicente Ojeda intentó huir con ellos.
Pese a que Ojeda no tenía orden de captura, ni antecedentes judiciales y mucho menos estaba en la lista de los integrantes de la ACA o EPP, las Fuerzas de Tareas Conjuntas justificaron su asesinato por sus supuestos nexos con la ACA lo que, hasta el momento, no está justificado ni comprobado.
Lo que queda comprobado es que, una vez más, los pobladores y pobladoras de Arroyito denuncian la ejecución de un campesinos y que probablemente sea otra muerte más en manos de la FTC que quede impune.
Abel Irala para el Serpaj Paraguay

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