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sábado, 16 de abril de 2016

El valor de la familia

Hoy me puse a reflexionar, lo que soy y lo que fui. No tengo la intención de mostrarme o resaltar algo de mí, no, nada que ver. Solo que, parece, hoy amanecí un poco bajoneado y me estaba preguntando donde he fallado.
Apenas comencé el “auto análisis” me encontré que yo no era nadie demasiado especial, como para merecer ser diferente a nadie, de hecho nunca “construí” nada firme. Solo a los 37 años, alguien entró a mi vida a hacer por mí lo que yo no había hecho hasta entonces, por mí mismo.
En unos días más, uno de mis hijos, va a cumplir 23 años, y creo que debo confesar mi pecado de no haber impregnado en él la presencia, y la esencia,  de un padre, confieso que fui omiso. Confieso que mis ganas de no ver a ninguno de mis hijos, suplicando migajas a algún mercenario de la seudo política paraguaya, cuando necesiten atención médica, o trabajo, o mejor calidad en la formación profesional, me robó más tiempo de lo que debía y que no se los dediqué a mi familia. Lo confieso y les ruego, a todas y todos, me perdonen. En especial a Bernardina, que fue quien arriesgó todo su futuro, al unirse a mí en matrimonio. Confieso que, yo siempre me enorgullecía de haberle “enseñado” un montón de cosas, en mi vanidad, no me estaba dando cuenta de que, en realidad era ella, la que me estaba enseñando, a ser un hombre digno, hasta entonces, no era más que un simple trotamundos, sin rumbo por la vida.
Si lo que ya hizo por mí no pareciera suficiente, me regaló 4 maravillosas criaturas, cada una de ellas, con sus caracteres tremendamente especiales. Me reconozco en cada una de esas criaturas, en las diferentes etapas de mi vida.
Pedro Javier es mi viva imagen de “relajado” calmo (a veces hasta parece frío), que da la sensación de  “qué me importa la vida”, pero que, en el fondo, se pregunta todo Muy obediente, pero también un poco rebelde (la dosis perfecta). Olvidaba agregar, Pedro se gana fácil la simpatía de cualquier persona
Brígido Hernán, tiene algo que yo nunca puede tener y ejercer, pegarse a la mamá y al abuelo, pero sabe tratar a todos y no admite que se le ataque a cualquiera de los que él ama (defensor nato). Aunque un poco tímido, también tiene su lado de humor, le encanta reírse de la vida. Brígido es el único que tiene un apodo, “Viky”
Guido Renán, qué puedo decir de este morenito, que usa el humor negro para decirte de frente lo que piensa de ti, aunque seas su padre. Frontal, sincero (chocante, a veces) pero muy disciplinado (totalmente lo opuesto a mí), para Guido, nada fuera de lugar, lo que prometiste, cumple, porque si no, serás blanco de un furibundo tiroteo de “chistes direccionados” hacia lo que hiciste mal. No se le olvida nunca nada. Detallista al extremo y muy empeñado a mostrar de que ES capaz.
Naila Andrea (la Princesa que se hizo esperar), yo siempre soñé tener HIJAS, pero Dios me mostró que no somos los padres quienes elegimos, sino son los hijos quienes nos eligen. Ella es pura ternura (en eso se parece mucho a Brígido) celosa de la madre, como ella sola y sentimentalista, como toda mujer.
Si hoy me toca ser un poco parte de las historias de estas personitas maravillosas, solo tengo que agradecer a Dios, por ese privilegio.

Perdónenme, por usar este espacio para desahogarme un poquito.

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