Somos seres
humanos pensantes y, como tal, nacemos, nos desarrollamos y construimos nuestra
personalidad, de acuerdo al entorno socio – económico y cultural en el que nos
encontramos.
Los antropólogos
y filósofos acostumbran decir que el hombre es “producto de su entorno”, sin
embargo es importante decir que las “informaciones” recogidas por cada
individuo inciden directamente en la formación moral y cívica de cada persona.
Para entender
mejor el tema debemos decir que nacemos VARON Y HEMBRA, mientras seamos apenas
niños o niñas, nuestros pensamientos siempre tendrán prioridades diferentes
(juguetes, golosinas, mimos etc.) luego de ir a la escuela (para los que van)
comenzaran a cambiar esas prioridades y de acuerdo al tipo de institución escolar
a la que asiste y el tipo de enseñanza que se le de esas prioridades tendrán caracteres
diferentes (depende de otros factores también). De acuerdo a esos factores
antes mencionado, nos convertimos en HOMBRES Y MUJERES, conscientes de sus
derechos y obligaciones. El problema es que siempre anteponemos nuestros
derechos y, hasta podemos decir, nos molestan nuestras obligaciones. Esa es la
raíz de toda la decadencia humana, desde mi punto de vista, conste que no soy más
que un leigo total y absoluto en lo que respecta a la antropología y filosofía,
pero la vida me va mostrando cosas que escapan a la vista de muchos “técnicos”
en estas áreas y es lo que quiero compartir con todos mis lectores.
De todo lo antes
expuesto, podemos deducir que debemos volver sobre nuestros pasos (no en el
tiempo, eso es imposible) y rediseñar la sociedad en la que quisiéramos vivir y
entender que, para construir esa anhelada sociedad, debemos entender que el
cambio debe partir de NOSOTROS, nunca esperar que parta de los demás. Nosotros
debemos generar esos cambios, con nuestras actitudes diarias, en la familia, en
el trabajo y en el entorno de nuestra convivencia diaria (vecinos, amigos y
compañeros de trabajo).
Debemos desenvolver
el sentido de pertenencia al entorno en la que nos movemos, si es en el trabajo
tomar consciencia de que nuestro empleador es el que nos permite ganar el
sustento personal y el de nuestra familia, que debemos dar lo mejor de nosotros
para que esa empresa vaya de viento en popa, pues si, por negligencia nuestra,
va a falencia nosotros también nos encontraremos en esas condiciones, o sea sin
trabajo y con el amargo sabor del fracaso; si es en la familia, hay que tomar
los mismos cuidados, habida cuenta de que ésta es de nuestra absoluta
responsabilidad, las enseñanzas deben seguir a rajatabla aquello que hacemos y
pensamos cada día, jamás podemos escudarnos en el “Haz lo que te diga, no lo
que yo haga”; lo mismo vale para el entorno social.
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