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domingo, 20 de octubre de 2013

El Paraguay y sus políticos

Vivimos en un país donde los gobernantes no tienen noción de estrategias socios - económicas que lleven a la población, que los votó, y que les paga sus salarios atravéz de los impuestos, hacia un desarrollo sostenido y digno.
Vivimos en un país donde la premisa es la improvisación, el lucro personal fácil, aunque, para conseguirlo, hay que someterse a la humillación de ser “el chupamedias” del jefe o “caudillo” inmediato. Un país, donde lo más importante no es, exactamente, la honestidad, “aprovechar la oportunidades” es cosa de gente inteligente, aunque eso signifique que tus hijos no tendrán escuela, pues el rubro que correspondía a una escuela fue a parar a los bolsillos de un/una, planillero o planillera. No hace mucho, en plena época de campañas proselitistas, en el Norte de la República del Paraguay, muchas gentes hicieron una manifestación defendiendo su derecho “a seguir teniendo ese sueldito (algunos cobran hasta 5.000.000 de guaraníes), sin trabajar. Oficinas públicas están repletas de gente sin ninguna formación para ocupar el cargo, sus salarios son altísimos (en relación al que trabaja y produce de verdad), no hacen otra cosa que hablar de fútbol, moda  o cualquier otro chisme (del barrio, casa u oficina), muchísimos de ellos tienen privilegios que la población común no la tiene, ni la puede soñar, sus únicos méritos fueron la de haber “trabajado” por tal o cual candidato, en época de votaciones o proselitismos.
Más que nunca está vigente la canción CAMBALACHE, estamos en los tiempos en el HONESTO es un tonto, un inútil; mientras que el oportunista es el inteligente, el gran señor, el que se da el derecho de burlarse de la gente.
Los componentes del gobierno paraguayo, (Ministros, Parlamentarios y todos los otros de alto rango, incluida la justicia, en realidad el más prostituido de todos los poderes del Estado) son los empleados más deshonestos, incapaces e improductivos que existen: Ganan altos salarios, hacen de los fondos públicos un botín de guerra, así como de las instituciones públicas (que en realidad son una fábrica de problemas, para “vender soluciones”).
En la República del Paraguay hemos llegado al colmo de que “un grupo de privilegiados” han creado y sostienen un ejército paramilitarizado de mercenarios, a los fines de “criminalizar las luchas sociales” para que los terratenientes sigan “gozando de sus bienes mal habidos” y sigan enriqueciéndose a costa de la migración (interna y externa) de campesinos, dueños de pequeñas parcelas de tierra, que estorban la expansión sostenida e imparable de la mafia sojera y la desertificación de las grandes extensiones de bosques nativos, con lo cual también secaron los nacientes de arroyos y varios humedales. Y la prensa pone a grandes títulos que gentes como Tranquilo Favero, son grandes pioneros de la “macro –economía” paraguaya. El gobierno paraguayo nunca divulgó la cifra correcta, por ejemplo, del montante total de las remesas de los migrantes en el extranjero (que es el dinero más limpio y útil de todas las que se puede mencionar) y su preponderante función de movilizar el mercado interno del pequeño comercio, de generar fuentes de empleos y de ayudar al gobierno a que no haya tana gente en la franja de pobreza absoluta.
Muchos migrantes, a su vuelta a casa, abren una pequeña (o mediana) empresa, pagan impuestos y emplean a sus vecinos, amigos y parientes (cosa absolutamente legal) quienes, dicho sea de paso, dejan de ser “desempleados” para comenzar a tener un salario y, con eso, un poder adquisitivo que antes no tenían y que el gobierno era incapaz de darles.
Vivimos en un país del revés y la única salida es la “reestructuración total del sistema educativo” allí está la clave y el arma de la verdadera revolución. Para construir el Paraguay que soñamos, no necesitamos “matar a la gente”, necesitamos “educarlo” para matar su ignorancia y su alta de “criterio”, la prioridad absoluta debe ser “reaprender los valores” (los verdaderos) ciudadanos y humanos, no necesariamente en ese orden. Necesitamos de nuevos ciudadanos que piensen como seres humanos, que se amen a sí mismos y que sean conscientes de que sus actos ciudadanos repercuten en la sociedad, como un todo.



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