El reciente hecho de asesinato del Abogado y comunicador de la 89.3, Belén
Comunicaciones, de Concepción, cortó uno de los programas más polémicos de la
emisora. Edgar era muy duro en sus críticas contra fiscales y jueces de la
zona.
Pero la historia no termina allí, resulta que, detrás de Edgar, también
estaba Carlos Martínez, un comunicador, también abogado, tampoco escatima
verbos contra todos los que, según él, hacen mal su trabajo, y sus blancos no son
nada leves : el EPP y la Policía (o La FTC, Fuerza de Tarea Conjunta).
Entonces el propietario de la emisora, ante el directo mensaje de la muerte de
Edgar, decidió, sencillamente, cortar el programa de Carlos. Resumen: lo que
una bala no puede, la censura consigue.
Pensamos que esta medida, es una muestra de absoluta cobardía y tremenda
falta de sentido de la visión periodística. Si el propietario de la emisora
realmente quería ganar espacio en ese mundo tan banalizado de la comunicación, debía
haber conservado el programa de Carlos (por una cuestión de marketing y
audiencia), al cortarlo está mostrando dos cosas: que no sirve para ser dueño
de un medio de comunicación y que tampoco tiene visión de marketing.
Nuestro amigo Carlos está ahora, sin un lugar donde expresarse, donde
trabajar, de donde sacar su sustento. Pero lo que es más importante, la
radiofonía norteña pierde una voz que no calla injusticias.
Algunas personas acusaron a Edgar de “ventilar cuestiones personales” en su
programa. Pero analicemos fríamente lo que criticaba Edgar: la corrupción y el “compadrismo
imperante” en el Poder Judicial y eso no es cuestión apenas personal, es una
cuestión recurrente, que perjudica a toda la población vulnerable del país
(gente sin poder económico o político), entonces eso deja de ser “una cuestión
personal, para ser una cuestión de interés nacional. Puede que Edgar haya usado
un lenguaje “inapropiado” para decir lo que debía decir, pero… ¿Qué es lo
apropiado, en un momento de rabia e impotencia, al haber sufrido una injusticia?
Qué es más injusto: La palabra proferida para desahogarse de la rabia, o el
hecho injusto que ocasionó ese improperio.
Hasta los más fanáticos defensores de la ética y las buenas costumbres,
estarán de acuerdo con que todo es relativo y subjetivo. Lo que es ético para
uno, puede que no lo sea para otro; así como la manera de reaccionar ante una
injusticia, “El que calla otorga” suele ser el motor que arranca la ira contra
alguna injusticia o insulto; o el más fuerte de todos, en un país,
culturalmente machista, no reaccionar, es de cobardes.
De todas formas la libertad de expresión está en peligro y comunicadores
audaces y, realmente libres, en vías de extinción
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